Día 14 - Corazones sin Cultivar

Tesoros Devocionales - El Poder Espiritual Charles Finney

 

 

Día 14

Corazones sin Cultivar

 

“¡Póngase a labrar el barbecho!

¿Ya es tiempo de buscar al Señor!

Hasta que él venga y les envíe lluvias de justicia.”

 

OSEAS 10:12

 

Labrar el barbecho es labrar, aporcar, cultivar su corazón, preparar su mente para que dé fruto para Dios. A veces la Biblia compara la mente del ser humano con un terreno, la palabra de Dios con la semilla sembrada en él, y el fruto con las acciones y afectos de quienes la reciben. Labrar el barbecho es, por lo tanto, llevar la mente a un estado tal en que esté lista para recibir la palabra de Dios. A veces el terreno de nuestro corazón llega estar enmarañado, duro, reseco, inútil e improductivo hasta que se hace necesario romperlo, ararlo, revolverlo y suavizarlo, para que pueda recibir la Palabra de Dios. Es a esta acción de ablandamiento, de hacer sentir la verdad, a la que el profeta Oseas llama “Labrar el barbecho” del corazón no cultivado.

 

Es a esta acción de ablandamiento, de hacer la verdad, a la que el profeta Oseas llama

“Labrar el barbecho” del corazón no cultivado.

 

Comience mirando dentro de su corazón, examine y descubra el estado de su mente, y vea donde está, cuál es su verdadera condición. Muchos creyentes no prestan atención a sus corazones y nunca saben si espiritualmente están haciendo bien, o no, si están ganando o perdiendo peso espiritual, si se están dando fruto o si están desperdiciando como el terreno sin cultivar. Quite su atención de otras cosas y fíjela en este asunto. No lo haga de afán. Examine si está caminando con Dios cada día, o si está caminando con el diablo; si está bajo el dominio del príncipe de las tinieblas o bajo el Señorío de Jesucristo.

 

El auto-examen incluye considerar sus acciones, revisar el pasado, y conocer su verdadero carácter. Haga remembranza de su historia pasada. Tome sus pecados individuales y considérelos uno por uno. Quiero decir que no debe limitarse a echar solo un vistazo a su vida pasada, a concluir que ha estado llena de pecados y acudir luego al Señor con una confesión general buscando su perdón. Confiéselos uno por uno. Sería algo muy bueno escribirlos y permitirle a su memoria hacer un recuento de ellos. Una vaga confesión general no es lo adecuado. Usted cometió sus pecados uno a uno; en la medida de lo posible, confiéselos de la misma manera.

 

Padre, yo sé cuan endurecidos pueden llegar a estar mi mente y mi corazón. Hay ocasiones

en que leo tu palabra y escucho tu voz y nada penetra en ellos. Ayúdame a labrar el

barbecho. Mis pecados están siempre delante de mí. Ayúdame a confesarlos con sinceridad.

Amén.